“Tengo a los Ingalls como modelo de familia”. Recordé esta frase que me dijo una amiga al
observar los dramas de algunas personas.
Hace mucho tiempo, ella me contaba llorando las carencias y problemas
que tenía con su familia y yo le decía que no conocía a nadie (incluida yo) que
no tuviera esa clase de temas y peores todavía.
Entonces, se le iluminó la cara y expresó ese pensamiento, que vivía dentro
de ella como una expectativa enorme e incumplida.
Creo que los Ingalls han malogrado a tantas familias como
las comedias románticas de Hollywood a tantas parejas. Nos hemos pasado la niñez y la adolescencia
mirando cine y televisión, tomando modelos perfectos y tratando de cumplirlos
en nuestras vidas, sin percatarnos de que lo que somos y lo que tenemos
alrededor (sea la familia de origen o la que formamos, los amigos, el trabajo,
etc.) son lo que hemos diseñado para nuestro aprendizaje. Negarlos, frustrarnos, enojarnos,
victimizarnos, no cambian esta verdad sino que la profundizan, hasta que
comprendemos que no podemos ser felices imitando a otros sino aceptando lo que
somos y trajimos para sanar y crear.
Y esto no es solamente con los modelos que el mundo del
espectáculo nos vende, sino también con las personas que tenemos en nuestro
entorno. No hay paciente que no piense
que los otros tienen existencias perfectas, que las cosas le son más fáciles,
que pueden más, que son mejores que ellos.
Me acuerdo de alguien que se quejaba de que sus hijos no la llamaban y
no la consideraban, mientras que los demás tenían familias maravillosas que se amaban
y vivían felices. Esto es mentira. Todos tenemos asuntos inconclusos que estamos
trabajando; de lo contrario, no estaríamos encarnados aquí, sino flotando en
una nube escuchando arpas celestiales.
Cada persona y cada familia tiene sus luces y sus sombras; ver solamente
las luces de los otros y creer que las sombras nos cayeron nada más que a
nosotros es una tontería cruel, un infantilismo inútil. Así, nos perdemos de nuestras luces y del
potencial que tienen para solucionar lo que nosotros mismos nos
propusimos.
El lunes, compartí las claves de los Hopis para vivir en el
amor incondicional porque pensé en este tipo de situaciones justamente: padres
que sufren porque sus hijos han tomado caminos que nos son “los mejores”; esposos
que siguen intentando cambiar a sus cónyuges para que sean como ellos desean;
empleados que vegetan en trabajos que odian porque tienen miedo de ser ellos
mismos, etc. No aceptamos lo que somos
y, por consiguiente, a los demás. No
admitimos que cada uno trajo su propio camino y debe recorrerlo a su manera, a
su tiempo. No toleramos que no hay un “modelo”
y exigimos que se cumpla una expectativa inmadura.
Eres lo que eres.
Tienes derecho a explorarlo, a equivocarte, a disfrutar, a crear, a
destruir, a expandirte, a… lo que quieras.
Los demás también. A tu forma, a su
forma. El modelo lo eliges tú.
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