Esta palabrita genera muchas olas… en las
cuales algunos se ahogan. Como tenemos
tan internalizado el concepto de luchar, de resistir, de ser fuertes hasta la
rigidez, de no romperse, aceptación suena a derrota, a fracaso, a rendirse, a
no poder. También sugiere resignación,
conformismo, aguante, sometimiento.
Como
escribí en el Curso de CREACIÓN INTEGRAL: “Se
piensa que, al aceptar, se pierde eficacia, poder, objetivos, fuerza. Al contrario, se genera un gran dinamismo al
reutilizar positivamente la energía que se pierde en luchar y ponerse en contra
de uno mismo, de los demás y de la Vida.
ACEPTAR significa no clasificar ni juzgar, permitiendo que la Vida se
explique por sí misma, en la fe de que lo que pasa tiene un propósito (el
mejor), aunque no lo entiendas en el momento. Es una
actitud de apertura, juego y aprendizaje, que va creando confianza interna”.
¿Cómo
incorporarla en la vida cotidiana? Dejando
de reaccionar, quejarte, lloriquear, enojarte, victimizarte, justificar,
explicar, etc, etc., frente a cualquier cosa que no te guste, que no es como “debería”
ser, que no se ajusta a tus expectativas, que te “cae”, TODO tiene que ver contigo. Respira, céntrate y pregúntate: “¿para qué es
esto?”. Si te das cuenta,
responsabilízate. Si no, igual comprende
que es parte de tu evolución, que tu alma lo diseñó para algo y confía (la
palabrita melliza de aceptación) en que es para tu mayor bien y el de
todos. Serénate y pon conciencia en cada
acto, pensamiento, palabra. Encuentra la
tercera posición (sal de la dualidad) y comenzarás a fluir armoniosamente.
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