Esta frase la escucho continuamente, en
general referida a emociones desbordadas, a heridas de la niñez, a traumas, a
actitudes enquistadas. Tiene la fuerza
de un destino escrito, de una condena eterna, de un castigo merecido.
Se origina en la concepción equivocada de que
hay cosas que están fuera de tu control.
Obviamente que hay cuestiones que no funcionan bajo tu dominio, pero todo
lo que se refiere a tu ser interno y a lo que éste puede crear en el exterior
constituyen tu derecho y tu responsabilidad.
Un área en la cual repites mucho esta
aseveración es con las emociones. Como
son tan intensas y te toman de lleno, crees que son demasiado poderosas para ti. En principio, ellas provienen de ideas, no aparecen de la nada, son pensamientos pasados al
cuerpo. Tú puedes pensar que Juan es
un agresivo y no te pasa nada. Pero, si
Juan viene y te dice algo que no te gusta, tú reaccionas con una emoción de
enojo, que te acelera la respiración y te tensa los músculos; quizás te
energizas buscando responder o te reprimes callándote.
Esto te pasa siempre. Tus concepciones acerca de ti, de la sociedad,
de las relaciones, del trabajo,
provienen de un relato personal, aprendido en la niñez y la
adolescencia. Ese relato funciona como la Plantilla Normal de tu sistema y tú creas
tu mundo de acuerdo a ella, pensando y sintiendo ciertas cosas y no otras. Funcionas “por defecto”, sin elección
conciente… pura reacción predeterminada.
Como las
emociones están atadas a nuestros Niños Internos, ellos te manejan ante cada
situación que les recuerda algo que les sucedió. Debido a que ellos no podían
con esa situación y eran invadidos por emociones incontrolables, tú sigues
creyendo que tampoco podrás, que son más fuertes que tú. El tema es que tú ahora eres (parece) un
adulto. Tal vez, has creado nuevos
pensamientos desde esa posición acerca de esos asuntos, pero no los has
incorporado. Son teorías, tus Niños
siguen manejándote con el pasado.
Entonces,
el tema es que comiences a darte cuenta de este juego y te dediques a sanar a
esos Niños, explicándoles lo que no comprendieron,
dándoles reconocimiento y cariño, permitiéndoles jugar en tu vida con su
alegría, su inocencia, su ilimitada
creatividad, su fuerza.
Desde un
punto de vista espiritual, la personalidad que tú desarrollaste desde tu
infancia contiene el aprendizaje que tu alma decidió hacer en esta encarnación. No podrás escapar de él nunca,
porque no es solamente un trauma pueril para esconder debajo de la alfombra
sino la oportunidad de sanar aspectos y de liberar el potencial de felicidad y
plenitud que trajiste y que es tu derecho.
Así, no serás verdaderamente tú hasta que liberes los condicionamientos
que tu Niño Interno te propone como aprendizaje. ¿Es difícil?
Es más fácil de lo que imaginas.
El universo conspira para que despiertes, te conectes y seas libre.
En esta
hermosa labor, estás siendo guiado y sostenido por tu Ser y por entidades de
Luz… si tú accedes.
Como tienes libre albedrío, ellos no pueden intervenir si tú no das el
permiso, si tú no pides ayuda. Eso no
significa que te sientes a esperar que el Cielo se abra y Dios en persona baje
a asistirte. El trabajo es tuyo. Una vez que tú demuestres que estás dispuesto
a perseverar, irás recibiendo el apoyo necesario en cada tramo del camino, progresivamente. No es
necesario que sepas todo el recorrido: da el primer paso y espera confiado que
el camino vaya surgiendo en cada pisada.
¿Qué
puede ser más fuerte que el Amor y la Luz que residen en ti, esperando que los
actives? ¿Cómo permites que tu Niño siga
sufriendo lo mismo año tras año, mientras aguarda que lo abraces y lo
contengas? ¿Qué mundo estás repitiendo,
cuando hay otro que aguarda ser creado desde la sencillez, la fluidez, la abundancia,
la alegría? ¿Cuándo comenzarás? Un universo luminoso espera por ti.
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