Charlando
con un amigo acerca de que cómo nos olvidamos de palabras en medio de una
conversación, de temas del pasado, de la forma en que encaramos la memoria, me
pareció interesante compartir algunas reflexiones. En principio, no estoy de acuerdo con que
debemos recordar el pasado para no repetirlo.
La razón por la que lo reproducimos es porque no hemos aprendido todavía
la lección. Cuando la comprendemos e incorporamos, no se vuelven a repetir las experiencias porque no
son necesarias, ya que la enseñanza está en nosotros. Así que, si vuelven una y otra vez, es porque
aún hay cosas pendientes, no porque nuestra memoria es débil.
lunes, 9 de julio de 2012
Desmemoriada presencia maravillosa
Una vez
que integramos las vivencias a nuestra realidad, las situaciones deberían
soltarse y quedarnos con lo aprendido.
Pocas veces hacemos eso, porque no comprendemos que esas situaciones son
oportunidades de aprendizaje y no desgracias que nos caen. Tendemos a quedarnos con el sufrimiento del
suceso, a apegarnos al dolor y la oscuridad, en lugar de tomarlos como invitaciones
a la expansión y el crecimiento. Una vez
concretados, nos permiten vivir en la luminosidad a la que hemos accedido a
través de ellos.
La
consecuencia de esto es que vamos olvidando el pasado, para existir en un
presente continuo y pleno. Muchos, sobre
todo los que se apegan a sus memorias, ven esto como algo peligroso o
indeseable. Creo que hay un gran cambio
de paradigma involucrado en esto. Como
nos vemos en una línea en el tiempo (pasado, presente, futuro), valoramos
demasiado la primera y la última y el presente es nada más que el centro
mínimo, apretado y pasajero del sándwich.
Sin embargo, sólo existimos en el presente. Las oportunidades de creación están en este
momento, si estamos concientes. Lo que
tanto esperamos y deseamos puede presentarse en este instante y podemos
perderlo al no estar presentes.
La posibilidad de liberar el miedo está cuando lo enfrentamos en este segundo
y no en algún punto del futuro, cuando las condiciones sean ideales (jamás lo
son ni lo serán).
Hay
también una razón espiritual para “olvidar” (tanto lo viejo como lo nuevo):
nuestras mentes están eligiendo descartar aquello que no es relevante para
nuestro presente inmediato. Esto incluye
una mayor apertura a las memorias de nuestras conciencias expandidas, lo que
posibilita abrirnos a lo que ya sabemos en vidas pasadas y que podemos utilizar
ahora.
Otro
aspecto es que ese AHORA no se lleva con el reloj ni con el calendario: es una
especie de no-tiempo, se siente como estar en las nubes. Debido a que nos hemos atado al tiempo y a
nuestros roles para identificarnos (“yo soy abogado desde hace tantos años”) y se nos está pidiendo dejar
puntos externos de referencia, todo se está sintiendo brumoso. La única fuente de los que somos deberá
provenir de nuestro Ser interno y el afuera será la expresión física de Él…
¡muy desafiante!
Mi
pasado se disuelve en la niebla, como un sueño, y me parece maravilloso. He tenido años de indecible dolor, miedo y
confusión. Constituyen una información
más, no son una carga, no me producen nada.
En sí, me han dado preciados aprendizajes, los cuales vivo cada
día. He tenido bellos momentos. Están en mí como una forma de ser, de
apreciar el mundo. La Vida es un
juego apasionante, una co-creación de la mano de Dios/Diosa: no necesito nada
más que esa conexión.
Publicado por Laura Foletto en 11:47
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