Uno de los grandes inconvenientes en el camino del crecimiento
es la constante reactividad que el Ego tiene frente a cada momento. Casi nunca eres espontáneo sino que
reaccionas con los programas que tienes incorporados desde la infancia y
adolescencia. Ante cada nueva situación, haces lo mismo de siempre, repitiendo
entonces los modelos de desamor, carencia, limitación, desvalorización, que has
sentido y aprendido de niño.
¿Cómo rompes con estos patrones arraigados? Observando. Poniendo un Testigo que no se enganche sino
que perciba desapegadamente esos comportamientos. Creando
distancia entre el hecho y la reacción. A medida que conoces los programas, puedes ir
escogiendo nuevas actitudes, de acuerdo a lo que está sucediendo. Dejas
de ser prisionero para ser libre, libre de elegir.
Por ejemplo: observas que acostumbras enojarte frente a
cualquier contrariedad o frustración.
Para comenzar, puedes elegir dejar de reaccionar. Callarte y advertir qué te sucede (emocional,
mental, energéticamente):
- qué sientes y adónde (en pecho, plexo solar, panza, etc.)
- qué cosas te enojan (“nunca me dejan decir lo que siento”)
- qué te afirmas (“no sé quién soy, no puedo expresarme”)
- a qué te hacen recordar de cuando eras niño (“mi mamá me hacía callar siempre porque le dolía la cabeza y la molestaba”)
- de qué forma te menosprecias o humillas (“no valgo nada, soy una inútil”)
- cómo te enganchas de injusticias, culpas, agravios anteriores, limitaciones propias (“yo no puedo con esto, es muy fuerte para mí”)
De este registro, sacarás mucha información. Una de las más importantes es qué sientes y
qué te dices, cómo procesas la situación.
Si experimentas un fuego en el plexo y la respiración corta y rápida, comienza exhalando esa energía y diciéndote
“yo tengo derecho a expresarme; yo puedo decir lo que siento y ser aceptada por
los demás; yo soy inteligente y sensible”.
Un beneficio adicional de hacer esto es que la mera
observación baja el tono y el drama que agregamos a la situación. Al distanciarnos, comprender y aceptar,
aprovechamos esa energía para fines más
amorosos y creativos.
A medida que vayas progresando en esta actitud, te darás
cuenta de que esa oscuridad ardiente que te invade es una oportunidad de
conocerte, de expresarte, de dar tu regalo al mundo, de evolucionar. Es la
forma en que tu Alma, a través de la oscuridad, te permite conocer tu
potencial, tu aprendizaje, tu misión.
Es evidente que no podrás hacer esto de entrada,
rápidamente. Este es otro inconveniente:
“lo probé un par de días y no funcionó/tuve más problemas; mejor vuelvo a lo de
antes”. Es una resistencia ilusoria
creer que podrás de un día para otro. Se requiere intención, constancia,
entusiasmo hasta que los primeros frutos aparezcan. Y, cuando lo hagan, no los menosprecies por
pequeños. Felicítate y agradece, que la gratitud es una de las claves del
crecimiento y la felicidad.
Una paciente me decía que era muy difícil vivir de esta
forma. Más difícil (y complicado y doloroso) es la repetición neurótica sin
salida. Es como con un chico
malcriado; al principio, hará berrinches porque quiere seguir haciendo lo que
se acostumbró, con ataques emocionales bien exuberantes. Si te mantienes firme y cariñoso
perseverantemente, pronto comprenderá que la situación cambió y que es mejor la
nueva manera… y tú te habrás ahorrado decenas de años de sufrimiento
inútil.
En realidad, ES tu
Niño Interior el que está actuando. Una
vez pasada esta fase, se abren maravillosas posibilidades, porque te estarás
conectando al potencial de luz y amor que traes.
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