Charlando con una paciente que hace trabajo social voluntario,
me comenta acerca de ciertas personas que se la pasan pidiendo, sin reconocer
lo que se les da, y hasta enojándose cuando no reciben en tiempo o forma. Hay algunas consideraciones aquí.
En este Gran Juego de la Tierra, un jueguito es “yo no soy nada, no tengo nada, no puedo
nada”, así que el mundo les debe dar, sostener, amar totalmente; es como un
infantilismo eterno. Cuando no sucede,
hacen berrinches o se deprimen o manipulan para conseguir lo que creen que no
pueden lograr por sí mismos.
En este estado, esas personas se pueden transformar en
auténticas tiranas, sobre todo cuando manejan desde la lástima, la vulnerabilidad,
la discapacidad, la inhabilidad, la victimización. Andan “pobreciteándose” continuamente: “pobrecito
yo, el mundo me hizo mal”. Hay quienes tienen
la actitud contraria, “yo puedo todo” y
secretamente buscan que le devuelvan, que la reconozcan, que le digan lo fuerte
y buena que es (este papel lo suelen jugar los que ayudan a los que
abiertamente no pueden).
El peligro de esta conducta es que, muchas veces, termina provocando una ira interna, una
reacción agresiva en contra del dador, porque el recibidor se acaba sintiendo
peor, un Don Nadie, el último orejón del tarro, un incapaz total y se venga
haciendo daño al que tanto le dio. En el
caso contrario, el del que da indiscriminadamente, también puede suceder un
cansancio en su cruzada solidaria y terminar enojado con los que ayudó porque
no lo reconocen o no lo ayudan.
¿Crees que solamente estoy hablando de personas pobres o
carentes de cosas materiales? No, estoy
hablando también de ti, de nosotros.
Todos nos victimizamos, más o menos, porque es una conducta aprendida, un
mal de la Humanidad. Vuelve a leer y
reconócete. Luego, reclama tu poder y
crea la vida que deseas, sin excusas ni jueguitos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario