jueves, 1 de septiembre de 2011

En las aguas de la Vida

María Inés Mato es de Buenos Aires, se recibió en Letras en la UBA y se especializa en semiología. A los cuatro años, tuvo un accidente y usa una prótesis en una de sus piernas. Cruzó a nado el canal de La Mancha, el del mar Báltico, el del estrecho de Magallanes, las aguas del Lago Argentino frente al glaciar Perito Moreno y la Antártida. Sin importar la temperatura del agua, usa una simple malla y jamás equipo de neoprene. La dieta para cumplir algunos de sus cruces fue “algo totalmente contracultural”: simplemente engordar.



¿El frío es una sensación subjetiva?
Sí. Y uno puedo tomarlo amistosamente, aunque nuestra cultura negativiza mucho la experiencia del frío y lo emparenta al daño. Nadé 18 minutos a 200 metros de la pared sur del Perito Moreno, donde la temperatura no pasa los 4 o 5 grados.
¿Y el riesgo?
¿El daño posible? Sí, pero sentía una conexión profunda con el lugar, luminosidades potentes, el lago como océano.
¿Temblaba?
Nunca. Tuve sensaciones de dolor fuerte, pero sólo por instantes. Aprendí que si uno no se aferra a ellas se transforman en algo afable. Que le pedí al agua que me dejara estar allí y el agua, de alguna manera, me lo permitía.
¿Como una hermandad?
Sí. Sé que si hubiera vivido por allí hace cientos de años, me hubiera tirado al agua como juego, como exploración. Claro que no hay registro alguno, como tampoco se sabe porqué el hombre empezó a nadar, si fue por necesidad, imitación. Cosa curiosa esta de los saberes, porque si el hombre se tiró a nadar no fue porque le habían enseñado en una escuela de natación, fue antes de saber.
¿En qué piensa cuando nada?
Estoy atenta a la respiración, a la frecuencia cardíaca, a la conexión con el escenario.
¿Qué evita pensar?
Al niño interno que uno lleva adentro y pregunta en un viaje “mamá, ¿cuándo llegamos?”.
¿Para no desesperarse?
Hay otras emociones más peligrosas, como el aburrimiento. Entrar en esa zona donde se pierde el sentido de lo que está haciendo, al estilo de “quién me mandó acá”. Por eso, imagino que estoy en esos campos de trigo que pintaba Van Gogh y que aparecen esos cuervos negros que sobrevuelan las plantaciones y que yo los voy espantando con cada brazada.
Relee, reemplazando el acto de nadar por el de vivir...

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