Desde hace tiempo, estoy observando ciertas tendencias que, comenzando en Estados Unidos, fueron migrando hacia otros países. Una es la droga como un negocio más, como una forma de ganarse la vida en contextos de pobreza o exclusión. La otra, que como mujer me impresionó, es algunos géneros musicales (como el reggaetón, por ejemplo) que denigran a la mujer a su peor nivel tanto en las letras como en el baile. Realmente, no podía creer que, en esta época en que se suponía habíamos logrado nuestro lugar en el mundo, surgieran estos géneros que nos tratan de “perra” y nos coreografían como tal.
Este fin de semana, leí una reseña del libro “En busca de respeto” del antropólogo francés Philippe Bourgois, que se instaló en 1985 durante cuatro años en el East Harlem, el corazón de la comunidad portorriqueña, para estudiar sus costumbres. El diario PÉRFIL le hizo un reportaje, buscando las similitudes entre esos momentos y ahora. Estoy de acuerdo con sus conclusiones.
“¿Cuál es la relación entre la venta del crack en las comunidades latinas de Nueva York con la búsqueda de respeto?
Este fenómeno de vender y consumir crack debe entenderse como un esfuerzo por parte de la población que no logra un ascenso social en la economía legal, entonces busca la economía ilegal de la droga como su modo de sobrevivir y superarse. La tragedia que tenemos es que todos los jóvenes con carisma y entusiasmo meten sus energías en la economía del crack y el resultado es la destrucción de su propia comunidad, ellos tomando lo que venden y envenenando a sus vecinos. Este fenómeno de la epidemia del crack debe ser entendido como el resultado de la exclusión. Del esfuerzo de un sector por superarse y en ese esfuerzo destruirse y destruir a sus vecinos.
¿Se puede pensar que el hip hop también tiene una finalidad parecida a la venta de crack en el sentido de buscar el respeto?
Ocupan los mismos espacios. Son dos formas de buscar respeto. El fenómeno del hip hop es algo muy bonito que surgió de la exclusión, de no tener acceso a la cultura de clase media, se reconstruyó una propia cultura con mucha energía y creatividad en el rap, el break dance, el graffiti, la manera de vestirse, etc. Pero luego hay una tendencia que es el gangasta rap que sí tiene que ver con el crack en el sentido de la búsqueda de poder, de dinero, de dominación machista sobre la mujer en términos muy brutos, eso es lo que domina ahora a nivel popular y comercial dentro de la música rap, esa línea de buscar respeto a través de lo material, de la violencia y la dominación masculina sobre las mujeres.
¿El maltrato femenino, como usted describe en la comunidad latina, existe aún hoy?
Ahora estoy haciendo un trabajo de campo en el guetto de Filadelfia, también en un barrio portorriqueño, y me parece que no ha cambiado nada luego de esos años, más bien se ha reproducido más por toda la lógica del éxito del gangsta rap. En parte esa misoginia que se ve en los hombres es un deseo de recrear el poder que han perdido, entonces lo asumen violentamente y con exageración sin tener una base económica y de respeto patriarcal y tratan de reconstruirlo artificialmente a través de la violencia”.
miércoles, 1 de septiembre de 2010
Droga, violencia y mujeres
Publicado por Laura Foletto en 12:19
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