Hace unas semanas, estaba en un paseo en catamarán por el Tigre y un nenito de unos tres años se movía inquieto por todos lados. Un par de veces, se agachó y miró el mundo al revés, a través de sus piernitas. Lo retaban y él volvía a recorrer el barco, observando desde distintos lugares.
Ayer, en Barrancas, un padre llevaba a su hijo en brazos y lo dejó en el suelo. Apenas estaba comenzando a caminar. En lugar de hacerlo hacia delante, se dio vuelta hacia atrás, hizo unos pasos, miró, siguió girando y recorriendo el paisaje con su vista.
Me puse a pensar que los adultos andan con anteojeras, creen que ya conocen todo y entonces no pierden el tiempo buscando otros puntos de vista, otros lugares, otras perspectivas, otro mundo. Habría que aprender de los chicos…
viernes, 19 de febrero de 2010
Miradas inocentes
Publicado por Laura Foletto en 17:36
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