lunes, 3 de agosto de 2009

¿Qué es el Ego?

Hace poco, recomendé las conversaciones de Eckhart Tolle y Oprah Winfrey acerca del libro UNA NUEVA TIERRA. Te comparto algunos párrafos que me parecen muy interesantes para reconocer lo que es el Ego. ¿Qué es? Eso que tú llamas “yo” y que es, en realidad, un instrumento del Ser que ha tomado su lugar. Por supuesto, una cosa es la teoría y otra la práctica. Así que, además de tener la información, úsala para observar tus propios patrones y liberarte de la tiranía del Ego, a fin de ser guiado por tu Ser. Si necesitas ayuda, aquí estoy.

CONTENIDO Y ESTRUCTURA DEL EGO
La mente egotista está completamente condicionada por el pasado. Su condicionamiento es doble y consta de contenido y estructura.

Para el niño que llora amargamente porque ya no tiene su juguete, éste representa el contenido. Es intercambiable con cualquier otro contenido, otro juguete u objeto. El contenido con el cual nos identificamos está condicionado por el entorno, la crianza y la cultura que nos rodea. La razón por la que se produce ese sufrimiento agudo está oculta en la palabra "mío" y es estructural. La compulsión inconsciente de promover nuestra identidad a través de la asociación con un objeto es parte integral de la estructura misma de la mente egotista.

Una de las estructuras mentales básicas a través de la cual entra en existencia el ego es la identificación. El vocablo "identificación" viene del latín "ídem" que significa "igual" y "facere" que significa "hacer". Así, cuando nos identificamos con algo, lo "hacemos igual". ¿Igual a qué? Igual al yo. Dotamos a ese algo deun sentido de ser, de tal manera que se convierte en parte de nuestra "identidad". En uno de los niveles más básicos de iden­tificación están las cosas: el juguete se convierte después en el automóvil, la casa, la ropa, etcétera. Tratamos de hallarnos en las cosas pero nunca lo logramos del todo y terminamos perdiéndo­nos en ellas. Ese es el destino del ego.

LA IDENTIFICACIÓN CON LAS COSAS
Quienes trabajan en la industria de la publicidad saben muy bien que para vender cosas que las personas realmente no necesitan deben convencerlas de que esas cosas aportarán algo a la forma como se ven a sí mismas o como las perciben los demás, en otras palabras, que agregarán a su sentido del ser. Lo hacen, por ejemplo, afirmando que podremos sobresalir entre la multitud utilizando el producto en cuestión y, por ende, que estaremos más completos. El supuesto tácito es que al comprar el producto llegamos, gracias a un acto mágico de apropiación, a ser como ellos o, más bien, como su imagen superficial. Por tanto, en muchos casos no compramos un producto sino un "refuerzo para nuestra identidad".

Las cosas con las cuales nos identificamos varían de una per­sona a otra de acuerdo con la edad, el género, los ingresos, la clase social, la moda, la cultura, etcétera. Paradójicamente, lo que sostiene a la llamada sociedad de consumo es el hecho mismo de que el intento por reconocernos en las cosas no funciona: la satisfacción del ego dura poco y en­tonces continuamos con la búsqueda y seguimos comprando y consumiendo.

Claro está que, en esta dimensión física en la cual habita nuestro ser superficial, las cosas son necesarias y son parte inevitable de la vida. Necesitamos vivienda, ropa, muebles, herramientas, transporte. Quizás haya también cosas que valoramos por su belleza o sus cualidades inherentes. Debemos honrar el mundo de las cosas en lugar de despreciarlo. Cada cosa tiene una cualidad de Ser, es una forma temporal originada dentro de la Vida Única informe fuente de todas las cosas, todos los cuerpos y todas las formas. En la mayoría de las culturas antiguas se creía que todas las cosas, hasta los objetos inanimados, alojaban un espíritu y, en este sen­tido, estaban más cerca de la verdad que nosotros. Cuando se vive en un mundo aletargado por la abstracción mental, no se percibe la vida del universo. La mayoría de las personas no viven en una realidad viva sino conceptualizada.

Pero no podemos honrar realmente las cosas si las utilizamos para fortalecer nuestro ser, es decir, si tratamos de encontrarnos a través de ellas. Eso es exactamente lo que hace el ego. La iden­tificación del ego con las cosas da lugar al apego y la obsesión, los cuales crean a su vez la sociedad de consumo y las estructuras económicas donde la única medida de progreso es tener siempre más. El deseo incontrolado de tener más, de crecer incesantemente, es una disfunción y una enfermedad. Es la misma disfunción que manifiestan las células cancerosas cuya única finalidad es multiplicarse sin darse cuenta de que están provocando su propia destrucción al destruir al organismo del cual forman parte.

Muchas personas agotan buena parte de su vida en la preocu­pación obsesiva por las cosas. Es por eso que uno de los males de nuestros tiempos es la proliferación de los objetos. Cuando perdemos la capacidad de sentir esa vida que somos, lo más probable es que tratemos de llenar la vida con cosas. A manera de práctica espiritual, le sugiero investigar su relación con el mundo de las cosas observándose a si mismo y, en particular, observando las cosas designadas con la palabra "mi". Debe mantenerse alerta y ver honestamente si su sentido de valía está ligado a sus posesio­nes. ¿Hay cosas que inducen una sensación sutil de importancia o superioridad? ¿Acaso la falta de esas cosas le hace sentir inferior a otras personas que poseen más que usted? ¿Menciona casualmente las cosas que posee o hace alarde de ellas para aparecer superior a los ojos de otra persona y, a través de ella, a sus pro­pios ojos? ¿Siente ira o resentimiento cuando alguien tiene más que usted o cuando pierde un bien preciado?

EL OLVIDO DEL SEREl ego siempre es identificación con la forma, es buscarnos a no­sotros mismos y perdernos en algún tipo de forma. Las formas no son solamente objetos materiales o cuerpos físicos. Más fundamentales que las formas externas, que las cosas y los cuerpos, son las formas de pensamiento que brotan constantemente en el cam­po de la conciencia. Son formaciones de energía más finas y menos densas que la materia física, pero formas en todo caso. Aquella voz que oímos incesantemente en la cabeza es el torrente de pen­samientos incansables y compulsivos. Cuando cada pensamiento absorbe nuestra atención completamente, cuando nos identifica­mos hasta tal punto con la voz de la mente y las emociones que la acompañan que nos perdemos en cada pensamiento y cada emoción, nos identificamos totalmente con la forma y, por lo tanto, permanecemos en las garras del ego. El ego es un conglo­merado de pensamientos repetitivos y patrones mentales y emo­cionales condicionados dotados de una sensación de "yo", una sensación de ser. El ego emerge cuando el sentido del Ser, del "Yo soy", el cual es conciencia informe, se confunde con la forma. Ese es el significado de la identificación. Es el olvido del Ser, el error primario, la ilusión de la separación absoluta, la cual convierte la realidad en una pesadilla.

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