martes, 25 de agosto de 2009

Equilibrio dinámico

Tendemos a usar la palabra “equilibrio” con la idea de algo que está quieto, que finalmente encontró un punto del cual no se moverá. Nada más errado.

La definición es: “estado de un cuerpo cuando fuerzas encontradas que obran en él se compensan destruyéndose mutuamente”. Este estado es dinámico, no estático. Si así lo fuera, el cuerpo no se movería más. Estaría fijo, no equilibrado.

Todo en nuestra vida está en movimiento continuo. Nada se detiene jamás. Sin embargo, pretendemos que eso suceda porque nos da miedo el cambio. Así, nos condenamos a una parálisis que, por definición, no será duradera porque la Vida nos obligará a activarnos y seguir transformándonos.

Sería sabio, entonces, tomar este equilibrio en nuestras manos y fluir con las circunstancias, a fin de encontrar la armonía en cada situación.

Cuando era joven, le huía al equilibrio porque me parecía algo tibio, aburrido. Jugaba con los opuestos, me iba del blanco al negro y creía que los grises eran… grises. Con el tiempo, comprendí lo estimulante que era encontrar las armonías internas (y me alegré de no tener que pagar los altos costos de mis incursiones por los extremos). Por un lado, aprecié que el centro era lo mejor de las dos opciones, no una versión deslucida de ambas. Y, por sobre todo, que la verdadera opción era ésa que trascendía las disyuntivas: una tercera que era abarcativa, incluyente, integradora, una que abrazaba la vida en su totalidad. En eso ando…

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