sábado, 17 de enero de 2009

¿Procesas o fuerzas las situaciones?

Leyendo una reseña del sinólogo François Jullien acerca de las diferencias entre China y Occidente, señala que allá tienen la idea de proceso: la vida, la historia como un proceso, lo cual es una especie de transformación silenciosa.

A diferencia de nosotros que establecemos un ideal, un modelo (una revolución es un “deber ser” que rompe un modelo para imponer otro), en China se trata de explorar una situación hasta dónde llegan las posibilidades de cambio.

La acción, entonces, se entiende como un forzamiento; es local, momentánea y se ve. La transformación, en cambio, es global, en el tiempo y hace intervenir no sólo a un sujeto sino a una relación entre diferentes factores. No se ve, no muestra resultados. Eso implica que el acontecimiento no es más que el afloramiento sonoro de una transformación invisible.

Al leer esto, pensé enseguida en una terapia o en las transiciones importantes. Los pacientes tienden a esperar resultados inmediatos. Muchas personas tienden a apremiar algo en el afuera para obtener logros rápido. Así, se fuerzan a sí mismos y a las situaciones antes de que estén preparados para ellas o de que la vida les muestre que hay otros caminos o posibilidades.

Esto es parte de lo que Occidente vende a veces como “exitoso y proactivo”: cambiar el afuera sin cambiar el adentro. Frecuentemente, les digo a mis pacientes nuevos que desistan de querer que los demás o las circunstancias sean otras (o de pretender modificarlos a la fuerza). Ellos los han atraído con sus ideas, emociones, actitudes y energía. Si desean que sean distintos, los que deben cambiar son ellos mismos. Entonces, atraerán naturalmente lo que esté en consonancia con esa nueva energía.

Eso es un proceso. Pretender resultados visibles y contundentes es engañarse con espejitos de colores. Por cierto, muchas veces se producen, pero es debido a que decantan un proceso anterior que encuentra su resolución con nuevas ideas y movilizaciones internas.

Siempre me sentí atraída por el pensamiento chino, creo que porque comprendí en algún momento que, cuando me forzaba a ser o a hacer de determinada forma, me terminaba encontrando en lugares no muy bonitos o totalmente drenada y vacía. En cambio, si me consideraba explorando un camino hasta su concreción o finalización, aprendía mucho y salía íntegra y enriquecida (también, es pertinente aclarar que no es cuestión de estar procesando continuamente, como una manera de engañarse en que “trato, trato y no me sale”).

Ahora, como Humanidad, estamos en un proceso de transición. Poderosísimo y profundo. La base de la experiencia en esta dimensión es la DUALIDAD (bueno/malo, alto/bajo, rico/pobre, etc.). Perdidos en esa ilusión, nos hemos alejado mucho de la noción de UNIDAD, que es la base universal. La Nueva Energía (una forma de llamar a este maravilloso movimiento que estamos atravesando) trae los principios de unicidad, luz, abundancia, amor, fluidez, gracia.

Estamos fuertemente impulsados a elegir. La Vieja Energía (con sus nociones de lucha, esfuerzo, sufrimiento, carencia, desigualdad) está en retroceso. Si no nos atrevemos a dar el paso hacia lo nuevo y, por miedo, nos aferramos a lo que ya cumplió su ciclo, sufriremos inútilmente. Toda la “sombra” que se ha mantenido oculta, está saliendo a la luz, tanto en lo personal como en lo social. Muchas personas están siendo empujadas al cambio a través de enfermedades serias, de despidos laborales, de rupturas familiares, de quebrantos en su patrimonio, de soledades y pérdidas.

Atemorizadas e ignorantes de las causas, se pierden de las magníficas oportunidades que significan estos acontecimientos. Provocan más problemas con ansiosas y enceguecidas ideas y acciones, en lugar de serenarse y valorar el proceso en el que están involucradas. Si pudieran apreciar el panorama que se abre ante ellas e iniciar las transformaciones internas que son requeridas, se encontrarían ante el vasto potencial que han traído y ante una vida maravillosamente plena y creativa.

Generalmente, cuando estamos ante algo nuevo, tendemos a evaluar lo que perderemos o las consecuencias catastróficas que pudieran resultar. Estamos en la Nueva Energía. Lo que dejarás atrás es lo que ya no te sirve, la lucha y el dolor, la dualidad y la escasez. Entraste a este tiempo, en esta Tierra, porque sabías que tu aporte era valioso, porque estabas entusiasmado de disfrutar la Luz, el Amor y la Abundancia que son tus derechos.

¡Acéptate Ser Humano Divino! ¡Inicia (o continúa) tu proceso de transformación y, poco a poco, serás guiado por tu alma a tu verdadera esencia!

1 comentario:

Concha Barbero de Dompablo dijo...

Escribí hace unos días sobre esto mismo:

http://silencioactivo.blogspot.com/2008/12/como-el-agua.html