viernes, 9 de enero de 2009

Cura de sueño

Con mi padre, fuimos una semana a Obispo Trejo, una pequeña ciudad al norte de Córdoba, a casa de unos primos.

Él quería conocer los nietos de su sobrino y pasar el fin de año con ellos. Luego de una más que copiosa cena (con chivito y lechón, además de otras comidas) y acostarnos a las cuatro de la mañana, se levantó descompensado, con muy baja presión, y terminó internado dos días con suero. Estaba encantado en su habitación individual (con aire acondicionado, televisión, baño propio) y el cariño de las enfermeras y los médicos. Todos le hacíamos bromas de que no se quería ir del hospital de lo bien que la pasaba.

Esto frustró los paseos que se habían planeado, lo que sumado a que la pileta municipal estaba clausurada, dio como consecuencia que la pasé entre la casa de mis primos y las de sus hijos… charlando de todo un poco, comiendo cosas riquísimas y durmiendo como hacía años que no pasaba.

El sueño interrumpido, típico de los síntomas de la Nueva Energía, ha sido una constante en mi vida desde hace mucho tiempo, aumentado por los ruidos constantes de una ciudad enorme como Buenos Aires. Allí, en ese silencio absoluto sólo perturbado a la mañana por el trinar de los pájaros, dormí 8 ó 9 horas sin parar y luego otras 2 ó 3 de siesta. ¡Fue una verdadera cura de sueño!

Los días transcurrían pensando qué iba a comer y cuánto iba a dormir. Si bien me mantuve en contacto con mis pacientes de Internet, conversé con mi tía y las esposas de mis primos (amorosas!), jugué con los chicos (maravillosos!), mi mente estaba en reposo, casi dormida.

Al final, me di cuenta de que necesitaba ese descanso, en todo sentido. Una entrega al fluir del tiempo, del tiempo interno. Lo sentí como el final de un ciclo, como un vaciado. Ahora, estoy llenándome de otra energía. ¡Muchas gracias a mi familia que lo hizo posible!

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