lunes, 25 de junio de 2007

Dejándome fluir

Escribí en el Boletín del Sitio:
Para comenzar, una obviedad: ¡cómo pasa el tiempo! Para continuar, otra: ¡no me di cuenta del tiempo! Para finalizar: ¿qué es el tiempo?

Estas dos semanas en que mi madre ha estado internada han sido un Curso acelerado en muchas asignaturas… algunas pendientes. Te pido perdón por hacerte partícipe de mis reflexiones, pero, así como lo hago con otras cosas, me parece que puede ayudarte y, de paso, me ayudo a pensarme y sentirme. Todos Somos Uno.

Empecé con el tiempo porque me ha parecido muy interesante y muy revelador de los tiempos que corren, frase hecha que significa mucho. Por un lado, es cierto que el tiempo está acelerado (más o menos un 30% más que antes) y, por otro, todo se hace acelerado. Es más, parece que para ser un digno hijo de estas épocas hay que apresurarse, estar ocupado, pendiente de muchas cosas, no dejar resquicios para… para ser, para el placer (que requiere morosidad), para observar y observarse, para rendirse al misterio de la Vida.

Así que no dejé que el tiempo me corriera y decidí poner en práctica vivir en el aquí y ahora. Esto implica seguir mi vida lo más “normal” posible y, a la vez, ir fluyendo con lo de mi mamá, que va cambiando de día en día y de hora en hora: bien, regular, al borde la muerte, bien, mal. Debo agradecer a mi hermano por esto también: cuando él se enfermó hace unos tres años y luego falleció, si bien traté de hacer lo mejor que pude, quise acelerar los tiempos, me dejé avasallar por mis sombras y todos nos perjudicamos un poco. Hoy, soy y estoy en lo que hay y me dejo llevar, en la confianza de que será para lo mejor. Los resultados son sorprendentes: todo se ha ido arreglando simple y fácilmente, encontrando personas maravillosas que hacen muy bien su trabajo.

Se abre un mundo al entrar en el terreno de la enfermedad y la muerte. En un hospital (público) y en un organismo estatal (PAMI), hallé empleados entregados y amables, con muy buenas condiciones laborales. Por supuesto, no todos son así, pero la mayoría sí. También, encontré familiares de pacientes respetuosos y colaboradores, lo que hago extensivo a mis familiares y amigos.

Otra actitud que me llamó la atención en mí fue la forma en que comparto este episodio. Con mi hermano, quería contárselo a todos y me molestaba si se evaporaban. Ahora, lo tomo como algo muy personal e íntimo. No se lo dicho a casi nadie (pensé mucho en escribirlo en el Boletín, pero creo que, si me autoproclamé Maestra, esto implica no sólo transmitir saberes o teorías, sino actitudes y vivencias).

Un párrafo aparte para la paciencia, el amor y el soporte. Me encuentro a mí misma centrada y desapegada, esto es, sin dramas ni panoramas sombríos. La clave es acompañar, sencilla, cariñosa y firmemente, hasta y como sea, a mi madre, a mi padre… y a mí.

Siempre digo que los padres son los mayores maestros que tenemos. Ambos, cada uno a su manera, me siguen enseñando. ¡Gracias!

Mamá,
a vos, que en tu inconciencia, reconocés mi mano y mi energía en tu frente y te calmás;
a vos, que me sonreís desdentada como un bebé travieso sin saber porqué;
a vos, que te cuesta entregarte y soltarte y me espejás en otras cosas:
te acompaño,
te cuido,
te quiero.

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