lunes, 7 de mayo de 2012

De cómo no matar al burro


Eran un anciano y un niño que viajaban con un burro. Caminaban al lado del burro cuando atravesaban un pueblo. Un grupo de niños se rió de ellos gritando:

-¡Miren qué par de tontos! De manera que tienen un burro y van los dos andando. Por lo menos, el viejo podría subirse a él.

Entonces, el anciano se subió al burro y ambos siguieron la marcha. Al pasar otro pueblo, algunas personas se indignaron al ver al viejo sobre el burro y dijeron:

-Parece mentira. El viejo cómodamente sentado en el burro y el pobre niño caminando.

Viejo y niño intercambiaron sus puestos. Al llegar a la siguiente aldea, la gente comentó:

- ¡Esto sí que es intolerable! El muchacho sentado en el burro y el pobre anciano caminando a su lado.

Puestas así las cosas, el viejo y el niño se subieron al burro. Poco después venían un grupo de campesinos por el camino. Les vieron y les dijeron:

-¡Es vergonzoso lo que hacen! Van a reventar al pobre animal.

El viejo y el niño tomaron la determinación de cargar al burro sobre sus hombros, pero entonces la gente se burló de ellos diciéndoles:

-Nunca vimos una gente tan boba. Tienen un burro y en lugar de montarlo, lo llevan a cuestas.

De repente el burro se revolvió con fuerza y se desplomó a un barranco, hallando la muerte. El viejo, súbitamente, instruyó al muchacho:

-Querido mío, si escuchas las opiniones de los demás y les haces caso, acabarás más muerto que este burro. ¿Sabes lo que te digo? Cierra tus oídos a la opinión ajena. Que lo que los demás dicen te sea indiferente. Escucha únicamente la voz de tu corazón.


Este cuento tradicional hindú habla, entre otras cosas, de la autoestima.  Ella se va formando mayormente a través de las opiniones de los otros, de las miradas que ellos tienen acerca del valor, de las capacidades, de las actitudes y acciones, de lo que aprecian (o deprecian) desde afuera de nosotros.  Así, vamos perdiendo el contacto con nosotros mismos y nos dejamos llevar por los demás.

Es tiempo de volver esa mirada hacia nuestro interior y reconocernos en nuestra valía intrínseca.  Sólo nosotros podemos recuperar el amor y el poder con que vinimos investidos y concretarlos con sencillez, escuchando profundamente al corazón.

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