Compartí el decálogo sobre cómo mejorar la autoestima porque, hace mucho, cuando comencé a hacer cambios, una de las primeras cosas que me di cuenta era la forma en que me maltrataba continuamente. Tenía enormes idealizaciones de cómo tenía que ser y hacer y nunca llegaba a ellas… por ser imposibles justamente. El Ego establece parámetros exageradamente elevados en algún momento de la niñez o adolescencia, a fin de obtener cariño, reconocimiento, atención, amor, abundancia, aceptación, lo que sea. Luego, pone esas zanahorias enfrente y nos matamos tratando de alcanzarlas inútilmente. Cuando no lo logramos (y casi nunca lo hacemos), nos criticamos y juzgamos cruelmente. En mi caso, era increíble el maltrato permanente. Al comenzar a observarme, me sorprendió el nivel de agresión, menosprecio y victimización con que me sacudía a cada rato.
Entonces, lo primero que hice fue bajar la idealización, la autoexigencia, el control, el perfeccionismo. “Así está bien”. “Es suficiente tal cual soy, tal cual es”. Dejar pasar los detalles, los debería, los tengo que, aceptarme, perdonarme, felicitarme, mimarme fueron fundamentales en mi transformación y continúo practicándolos.
Otro tema fue el asustarme frente a lo que sucedía o quería hacer. Mi familia era muy exagerada en sus reacciones. Tooooodooo era una tragedia, no había grados ni prioridades, cualquier cosa era para hacer drama, para buscar culpables, para proyectar desastres. En esas observaciones, me encontré igual a mi familia (amplificada por mi hipersensibilidad), así que comencé a bajar el melodrama y tomarme las cosas con soda, a concientizar mis anteriores éxitos, mis capacidades, mi fuerza, mi entusiasmo, a confiar en mí y en mi camino, sea cual fuera. Poco a poco, aprendí a tranquilizarme, a centrarme, a conectarme con mis niveles superiores y con la Vida.
Cuento esto porque todos debemos atravesar por estos desafíos. Lamentablemente, nos educan en el miedo y el error, en la limitación y la carencia, en la búsqueda externa de aprobación, en la victimización. Comencemos por nosotros, por encontrar nuevas formas de aprendizajes que sean amables, fortalecedoras, confiadas, alegres, motivadoras, sagradas. Luego, podremos compartirlas con otros y crear un mundo mejor. En eso estoy…
2 comentarios:
Estoy tan de acuerdo contigo que podría haberlo escrito yo. La mayor parte de la vida la pasamos siendo nuestros jueces más implacables.
Los entornos familiares con tendencia al drama , la exaltación de las penas y el victimismo son bastante frecuentes pero, una vez descubierto juego, la postura pasa a ser de consideración y ternura hacia cada uno de los que sufren bajo la tiranía de la mente y los condicionamientos sociales.
Menudo rollo te acabo de marcar, jajaja.
Un beso
Es así, lo entendí cuando comencé a hacer esos cambios y me desapegué de la matriz familiar de drama, comprendiendo sus formas de ser y sus experiencias infantiles con compasión. Mi padre aún hoy, a los 89, sigue así. La diferencia es que se da cuenta (por mis charlas con él) y dice: "basta! ya estoy haciéndome problemas por nada; tenés razón, pero no lo puedo manejar, me trabaja la cabeza!" y me da una ternura...
Gracias por tu comentario. Besos.
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