Con mi viejito, tuve una relación tormentosa. De amor al principio, de odio durante unos cuantos años. Hasta que decidí perdonarlo y perdonarme y todo cambió. Ahora, que estamos solos, lo amo, lo acepto, lo celebro, lo venero. Sigue siendo mi Maestro iniciático (como mi madre lo fue). Es una hermosa sorpresa vivir lo que estamos compartiendo. Gracias, papá. Te quiero.
domingo, 20 de junio de 2010
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