lunes, 3 de mayo de 2010

¿Floreces en este instante?

Una amiga aparece con una fuerte alergia. Al rato, me cuenta un incidente con un compañero de oficina que le resulta agresivo y con quien le cuesta relacionarse. Callada, se “brota”.

Escucho a una persona, a viva voz, en un café, despotricando sobre los abusos de los familiares, de los jefes, del gobierno, del mundo en general. Cuando se para, veo que camina encorvado, con la cabeza gacha, el pecho hundido, los ojos huidizos: la postura de la víctima.

Luego de que analizamos la necesidad de reformular sus concepciones de lo que es ser un adulto, un paciente, que se había sacado la corbata, se la pone al revés al irse. Le comento que eso era una linda metáfora de lo que charlamos: debía rehacer las formas que se había trazado en su adolescencia.

Continuamente, estamos recibiendo mensajes de quiénes somos, de lo que sentimos y pensamos, de los cambios que necesitamos hacer. ¿Los tomamos en cuenta?

Al no haber sido educados al respecto, al vivir reaccionando con pautas de la infancia, en el afuera, en la “lucha por la vida”, nos perdemos del significado de la existencia y de los diversos caminos que nuestra alma nos abre para abordarlo y avanzarlo.

El cuerpo es el más concreto. Al ser la parte “densa”, al reflejar las emociones y los pensamientos, podemos interrogarlo con la seguridad de que expresará claramente lo que nos sucede. Posturas, formas, síntomas, accidentes, enfermedades son un rico muestrario a nuestra disposición.

Los demás son espejos muy claros. Eso que rechazamos y criticamos está en nosotros también, pero preferimos verlo en el otro para no afrontarlo. Igual que lo que envidiamos y admiramos. Tanto lo bueno como lo malo que nos engancha de nuestras relaciones habla más de nosotros que de ellos. Por algo, los hemos convocado.

Este mundo es portentoso. Es una ilusión inmensamente variada y múltiple: le da a cada uno lo que quiere. Si creemos que la sociedad es violenta, nos robarán, nos atropellarán, nos pasarán por encima. Si creemos que es solidaria, nos ayudarán, nos sostendrán. Si tenemos odio, recogeremos odio. Si tenemos amor, recogeremos amor.

Nos resistimos a verlo así porque ponemos todo en el afuera. Es muy lindo leer “La ley de atracción” y teorizar al respecto, pero, cuando atraemos lo que no nos gusta, nos olvidamos rápidamente y nos ponemos en víctimas.

En esa posición, sentimos que todo es repetitivo, mediocre, aburrido, pesado. Como escribí en el anterior Boletín, es necesario cambiar el enfoque. Pasarlo del exterior al interior y abrir la conciencia al presente para observar nuestros patrones.

Al hacerlo, podemos darnos cuenta de que vivimos estresados, ansiosos, ocupados, divididos. Estamos “aquí” pero tenemos que estar “allá”; existimos “ahora” pero nuestra mente está en “ayer” o “mañana”; somos “éste” pero deseamos ser “otro”.

Esta constante división genera rechazo, duda, miedo, frustración, desgarra interiormente. Al reconocer la dicotomía y aceptarla, al morar integralmente en el momento, cesa la lucha y aparece la confianza y la plenitud. El AHORA es el antídoto para cualquier división.

Por otro lado, es lo que hace a la vida entretenida, entusiasmante, valiosa, real. Si existimos en conciencia, cada instante nos energiza y nos llena de sabiduría y gratitud. No hay cansancio ni tedio. Es florecer en cada respiración. Es un fluir continuo, soltando el pasado y abrazando el presente. Abrazando la Vida.

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