Desde hace bastante tiempo, me estoy planteando las formas de comunicación conmigo misma y con los demás. Lejos de ser algo banal, es una clave fundamental para contactarme con el alma y sus aprendizajes.
Tengo un temperamento agresivo, hacedor e impaciente. Quiero todo ya (creo que vivo más en la quinta dimensión que en la tercera…). Esto me ha dificultado mis procesos muchas veces, así que he debido aprender a esperar, a dejar fluir situaciones hasta su resolución (en lugar de hacer algo para adelantarlas), a adquirir constancia, a fortalecerme.
Esto también se ha visto reflejado en mis modales: impulsivos, rigurosos, acelerados. Ha sido un largo camino para bajar los decibeles y respetar el ritmo de los otros (todavía me falta, como lo sabrán algunos…). No quiero parecer una bruja demandante. Este es uno de mis aspectos. Además, tengo otro que es exactamente el opuesto: alegre, despreocupado, tranquilo, artístico. El tema es cuando mi faceta “hay que” (hay que ser así, hay que hacer esto) se pone en marcha con ganas.
Está de más decir que la que más sufre esto soy yo misma porque soy mil veces más exigente conmigo que con los demás. Tengo períodos en que deja el protagonismo y otros en los que toma el micrófono y no para de taladrarme el cerebro. Con los años, el volumen y la frecuencia han descendido muchísimo, pero me estoy planteando para qué vivir así.
Esto me sucede con muchos temas últimamente. Cosas que damos por sentado tanto en lo económico, en lo relacional, en lo familiar, etc. No por nada estamos en el fin de un ciclo, en el “caos” del sistema. Todo está presentado desde el problema en lugar de la solución. Desde la carencia, la complejidad, la aceleración, la exigencia, la acumulación.
Esta sociedad materialista-consumista tiñe lo que toca de ansiedad, estrés, voracidad, miedo, violencia. Y no hay nadie que esté libre de ello, aunque se ilusione de zafarlo. Entonces, ¿qué parte de mí se engancha? Ésta del “hay que”. ¿Qué puedo presentarle que sea más atractivo y, a la vez, funcional?
En principio, apreciar las cualidades del SER en lugar del HACER. Valores perennes (no de moda) y plenos (no vacíos de sentido). ¿Qué cualidades necesito poner en primer plano en mi vida? Observar y laborar en ellas.
Luego, simplificar mi vida alrededor de lo que verdaderamente tiene significado en ella. ¿Cuántas situaciones no resuenan con esto? Ir liberándome de ellas.
¿Cómo llevar esto a cabo? Aquí vuelve el tema de la comunicación. El otro día, el diario PERFIL en un artículo sobre Alzheimer, listaba lo que no se debía hacer con personas con esta enfermedad. Mientras lo leía, inmediatamente percibí que así era cómo debía tratar a mi aspecto. A él, a mi Ego y a los demás. ¿Qué te parece?
- Nunca discutas con él, ponte de acuerdo.
- Nunca trates de razonar, distrae su atención.
- Nunca lo avergüences, alábalo.
- Nunca trates de darle lecciones, serénalo.
- Nunca le digas “ya te lo dije”, repíteselo cuantas veces haga falta.
- Nunca le digas “tú no puedes”, díle “haz lo que puedas”.
- Nunca le exijas u ordenes, pregúntale o enséñale.
- Nunca condesciendas, dale ánimo.
- Nunca fuerces, refuerza la situación.
4 comentarios:
AMÉN.
Estoy en el mismo camino, Laura. Me identifiqué mucho con tus palabras, y es bueno saber que no soy la única. Gracias por compartirlo con nosotros.
Un abrazo.
Como tu descripción de tí coincide mucho conmigo, y lo que propones me parece una iniciativa muy interesante, te acompaño en el sí.
Un beso
¡Gracias, ArcoIris y Añil! Justamente, sentí que muchos podían estar pasando por lo mismo y me pareció que sería bueno aportar lo que estoy siendo/haciendo. Es el movimiento de la energía en estos momentos y entre todos es más fácil y amoroso.
Y amen! :-)
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