domingo, 30 de noviembre de 2008

Gracia sorprendente

Como comento en el TIP “Acerca de la alegría” de la canalización del Arcángel Miguel, la percepción de mí, de las relaciones, de la supuesta realidad fue cambiando muchísimo en estos años.

Algo que realmente constituyó una transformación increíble fue mi emocionalidad. Como conté varias veces, era (soy) hipersensible y, desde mi infancia, reaccioné a la inarmonía y a los conflictos con intensos desbordes emocionales, que, para colmo, difícilmente expresaba, así que vivía como una olla a presión con apenas algún escape ocasional.

Para completar el panorama, siempre tuve una conciencia distinta a los que me rodeaban, a la vez que participaba del mismo paradigma general: una parte mía se plegaba a los postulados de lucha, sufrimiento, esfuerzo, dualidad y otra se negaba y reclamaba algo nuevo, más pleno y amoroso.

Esto me trajo innumerables problemas a todo nivel: sufrimiento en mi infancia; miedo a la locura en mi adolescencia; cambios frecuentes de trabajo, de residencia, de relaciones en mi adultez, miedo y ansiedad extremas, depresión, victimizaciones varias, iras, continuas idas y vueltas, altos y bajos.

Con cierta discontinuidad al principio, siempre estuve interesada en la espiritualidad, en una que fuera vivible, cotidiana, incorporada. Después de unas cuantas vivencias diferentes, fui entrando en la Nueva Energía casi sin darme cuenta, más bien Ella se fue haciendo carne y alma en mí. Ha sido (y sigue siendo) un proceso esencial, profundo, misterioso, fluctuante, novedoso, sorprendente, definitivo.

Los pioneros (vos lo vivirás más livianamente) llevamos la peor parte porque los desarrollos y síntomas son más fuertes y se presentan desconocidos para los cánones normales: uno sólo se puede entregar y confiar. Desde despertarme cada veinte minutos durante muchísimos meses (y ahora entre tres y seis veces por noche) hasta enfermedades y dolores que aparecen y desaparecen solos, desde pérdidas de relaciones hasta experiencias impresionantes, estoy pasando por toda clase de cambios corporales, mentales, energéticos y, lo que más me ha impresionado, emocionales.

En algún momento, me di cuenta de lo absurdo de mis estados, de lo dramático de mis reacciones, de la dependencia inútil que suponían. Comencé a observarlos, a poner distancia, a analizarlos. Luego, a ponerles límites, a disolverlos con una exhalación, a redirigirlos, a trasmutarlos. Finalmente, empecé a conocer una calma, una centración y una paz que jamás creí posibles. Fueron puestas a prueba agudamente (muertes, problemas económicos y judiciales, enfermedades, operaciones). Se instaló una armonía, que, como todo equilibrio, es inestable y cambiante, pero arraigado.

Habituada a la montaña rusa de emociones descontroladas, en algún momento me pareció que estaba anestesiada, insensible. Después, comprendí que mi cuerpo y mi energía debían aprender niveles más sutiles, y a la vez, poderosos de percepción para permitir el Amor, la Alegría, la Paz.

Hace unos meses, me puse a hacer unas meditaciones recopiladas por mí. Lo que más me llamó la atención fue una sensación en el pecho mezcla de (lo que parecía) miedo, ansiedad, enojo, tristeza. No lo juzgué. Seguí adelante. Pregunté. Era, por un lado, la liberación de estados antiguos (aparecieron muchas imágenes de muchas vidas) y, por otro, un reacomodamiento de la percepción para dejar entrar nuevas energías.

Reconocí y experimenté todo lo que dice el Arcángel Miguel. Continúo. Más evoluciono, más me falta. Lo precioso de ser pionera es ese sentido de novedad, de aventura, de descubrimiento incierto. Confío en que llegará el momento de sentir el más absoluto Amor, la desconocida Alegría por sólo ser. ¿Lo hacemos juntos?

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