“Más
allá de la apariencia maravillosa, del otro lado del Atlántico existe una
fuerte tendencia europea a reglarlo todo, a regularlo todo, absolutamente todo,
y uno, cuando viene de un lugar como Buenos Aires, se da cuenta que Europa
resignó libertad por lo que ellos llaman seguridad, aunque yo me atrevo a llamarlo
control. Nada es absolutamente
maravilloso, porque la moneda siempre tiene dos lados; y hoy sigo pensando, con
más determinación, que no hay lugar en el mundo para bucear en uno mismo como
Buenos Aires, a veces caótico, a veces nostálgico, pero siempre libre; donde la
creatividad, el ejercicio de la creatividad, no asusta ni se cercena. Uno sube y baja, sube y baja, y el resto no
critica, no censura, no se sorprende, porque alguna vez subió y bajó o alguna vez
lo hará. Es la vida, un cambio constante.
Pero acá es un cambio constante y palpable. Siempre pensé, desde que vivo aquí, que
Buenos Aires es el mejor lugar del mundo para reinventarse, y hoy sigo
pensándolo.”
Estas
ideas parecen de algún porteño, pero fueron escritas por una barcelonesa que
vive aquí. Estoy totalmente de
acuerdo. Soy de una ciudad pequeña del
interior de Argentina, pero vivo en Buenos Aires desde los 15 años, y venir a
este lugar de locos fue lo mejor que me pasó, ya que aquí pude estudiar y
experimentar multitud de cosas que sólo se pueden hacer en una ciudad enorme y,
específicamente, en esta ciudad.
Pero
no escribo para ensalzarla, sino para que los
latinoamericanos podamos darnos cuenta de la oportunidad que tenemos. Una paciente colombiana que ahora vive en
República Dominicana me decía que se había mudado porque “todo estaba por
hacerse” y que dos de sus hijos (que estudian en Buenos Aires) irán a radicarse
y poner negocios allí.
He
visitado bastantes lugares de nuestro continente y somos proclives a la queja y
a la desvalorización (detrás de fachadas de superioridad). ¡Despertemos!
En nuestros países, todavía
tenemos la posibilidad de inventarnos y reinventarnos. Es cierto que “demasiado” caos es
contraproducente a veces, pero el control es mucho peor. Estoy cansada de
escuchar a gente que viene de Europa y de Estados Unidos llenarse la boca con
el orden, la limpieza y la predictibilidad.
Soy argentina hasta la médula (y, por consiguiente, latinoamericana) y
salto las reglas y amo el caos que permite la creación.
Una parte mía es
anárquica y libertaria y se horroriza de la dominación creciente que se
pretende instalar en nuestros países.
Antes, eso tenía tufo a golpes de estados militares y regímenes
totalitarios. Ahora, hasta en las
mejores democracias, nos queremos parecer a Estados Unidos (ya no a Europa) y
tener reglas para todo y me refiero a TODO.
Esa parte mía hierve, se resiente
y eventualmente ya no querrá crear nada.
En
estos tiempos, muchas de esas regulaciones tienen que ver con negocios, con pretendidas medidas que
sólo buscan generarles dinero tanto a los empresarios como a los gobiernos (y
empresarios son también las universidades, por ejemplo, fomentando sus
“necesidades” de doctorados y maestrías).
Como
dice Anna Quero, la autora de la carta de lectores, a través de tantas reglamentaciones,
buscamos seguridad. Y ese es un deseo del Ego, un miedo de moverse dentro de una Creación
llena de incertidumbre y misterio.
Como no sabe lidiar con ello, busca reglar lo externo todo lo que puede
para tener la ilusión de control, invulnerabilidad, protección,
infalibilidad. Vanas pretensiones…
Hay
un caos en el Universo y hay un orden en el Universo y, por lo tanto, en
nosotros mismos y en la Humanidad. Acordar con ello implica aceptación y confianza
internas; creer que, aunque no comprendamos hacia dónde nos lleva, es para
nuestro mayor crecimiento y evolución.
La claridad que necesitamos para
verlo implica Conciencia, no
racionalizaciones temerosas. En la
medida que cada uno de nosotros pueda construir su vida guiado no por el Ego
sino por el Ser Interno, podremos fundar un nuevo tipo de sociedad. Está en nosotros. Está en ti.
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