viernes, 25 de octubre de 2013

Mundo amable


Cuando era niña, tenía un muñeco bebé que movía los ojos; en ese tiempo y en una pequeña ciudad del interior, eran raros, así que lo atesoraba más todavía.  Un día, en un ataque de furia, lo azoté contra el piso.  Luego, fui a buscarlo y uno de los ojitos se había roto.  Me impresionó mucho esa situación: había destruido algo hermoso en un segundo de enojo e inconciencia. 


Sirvió para no hacer lo mismo nunca más.  Tuve que aprender más tarde que lo que se dice en estados alterados también puede ser destructivo, tanto para uno como para otros.  Recordé esto a propósito de lo que charlamos con algunos pacientes: acostumbramos a decir en voz alta (y en lo interno) cosas altamente dañinas de nosotros mismos, sin darnos cuenta de que nuestros Niños Internos las están escuchando.  Así, los continuamos vulnerando y arruinamos lo que nos proponemos constantemente.  Aprendamos palabras y expresiones afectuosas, entusiastas, motivantes.  Vivamos en un mundo amable.

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