lunes, 6 de mayo de 2013

¿Eres libre, sin rótulos?


En algún momento de mi vida, temprano, me di cuenta de cómo me molestaba que tomaran algún rasgo de mi personalidad o cierto acontecimiento particularmente vergonzoso para restregármelo para siempre.  Ahora no es tan común, pero antes era normal que te recordaran eternamente la vez que te caíste, dijiste algo inconveniente o te mostraste vulnerable. 

Lo que más me irritaba era que tomaran ciertas formas “no socialmente aceptadas” como lo único que yo era.  En esto estaba incluido que fuera agresiva, rara, lectora voraz, super-informada, media salvaje, que pensara distinto.  Tengo una personalidad muy dual, así que, como puedo ser un extremo, también puedo ser el otro.  Esto fue un castigo durante bastante tiempo, porque tenía dos polaridades peleándose todo el tiempo.  Hasta que un profesor de cuando estudiaba Terapia de Integración Cuerpo-Mente lo notó y me dijo que eso era algo extraordinario.  Lo miré sorprendida y le pregunté que tenía de bueno.  Él me contestó que eso me daba una gran flexibilidad, que me permitía ver todos los puntos de vista y de acción, que podía transitar por distintas gradaciones, a mi manera.  El tema simplemente era aceptarlo y usar el aspecto que más me convenía en cada momento.  Fue revelador y sanador.

Entonces, comencé a observar cómo todos, de una manera u otra, estábamos atravesados por estas “etiquetas” que nosotros u otros nos habían puesto.  Era como circular con rótulos en la frente: yo soy bueno, yo soy peleador, yo soy alcohólico, yo soy divertido, yo soy pobre, yo soy una víctima.  Una especie de condena eterna, tanto si era positiva como negativa, porque nos encerraba en esa conducta, sin oportunidad de experimentar lo contrario.

En algo que es muy notorio, pero no tan obvio, es en las personas rotuladas como buenas o generosas o sacrificadas.  Muchas terminan siendo “buenudas”, utilizadas por los demás, agotadas con los problemas que todos le cargan.  Como no pueden ser “malas”, no han aprendido a poner límites, a respetarse, a hacer lo que quieren sino lo que deben.  En el momento que escribo esto en un bar, detrás de mí, un hombre le reclama a una mujer que lo ha tratado siempre como si tuviera diez años, que no se ha dado cuenta de que ha crecido y que tiene ideas propias y que todavía quiere manejarlo como si fuera un tonto.  Esto es muy común en las mujeres con sus maridos, a los que tratan como niños que no pueden hacerse cargo de las emociones y de las relaciones, así que los “protegen” haciéndose dueñas y señoras de la vida afectiva de la familia. 


 Lo que llamamos Yo, el Ego, es una colección de aspectos, que van de un extremo al otro del espectro de potencialidades expresivas, vivenciales y creativas.  Por supuesto, en cada encarnación jugamos con ciertas facetas más que con otras.  Así, podemos ser generalmente de una manera, pero no con todos ni siempre (en la dualidad, el 100% es imposible).  La otra forma también está presente, pero no está activada, así que es como si no estuviera.

¿Para qué trabajamos con la dualidad?  Este es un proceso de aprendizaje a través de la oscuridad.  Si alguien es soberbio, seguramente se siente inferior, así que deberá conectarse con esa devaluación de sí mismo y promover su autoestima.  O sea que no es un defecto o algo a avergonzarse u ocultar sino algo que le permite sacar su luz, movilizar su potencial.  La mayoría opta por rechazarlo y proyectarlo en otros, así pierde partes de sí mismo y la oportunidad de evolucionar

En estos tiempos de Nueva Energía, estamos yendo hacia la Unidad.  Esto implica reclamar todos nuestros aspectos (esos que proyectamos en otros), traerlos de regreso hacia nosotros y brillar como diamantes, porque cuantas más facetas contengamos, más luminosos somos.  Aceptarnos en nuestra multitud de posibilidades nos lleva hacia la paz de ser nosotros mismos.  Entonces, podremos decidir usar uno u otro atributo frente a cada circunstancia.  En lugar de ser y hacer siempre lo mismo, actuaremos espontáneamente de acuerdo al aquí y ahora, en conexión simple y amable con nuestro Ser.

Esa es la mayor libertad posible.  Dejaremos de ser prisioneros de los rótulos y las repeticiones para fluir amorosamente siendo auténticos y originales, tal como fuimos creados.

4 comentarios:

Peregrina dijo...

como decía Walt Whitman "Soy grande, contengo multitudes". Un abrazo espontáneo!

Laura Foletto dijo...

¡Tal cual, Sonia! Me encanta Whitman... Otro abrazo desde aquí.

Inma Pérez dijo...

Ami me pasaba lo mismo, me gusta el enfoque que le das a cada post. Un besito y bendiciones.

Laura Foletto dijo...

¡Gracias, Inma! Debemos estar "enfocadas" parecido... :-)
Besos.