En una sesión con un paciente al que le costaba que muchos proyectos se concretaran, surgió un aspecto particularmente fuerte en su vida: el Mentiroso. Admitirlo fue el portal a una serie de percepciones acerca de fracasos consecutivos que había atravesado en distintos niveles. Su Niño Interior había adquirido esta “solución” a los numerosos cambios de su infancia y a su imagen de niño bueno, que no se condecía con las cosas malas que sentía en su interior. Cuando pudo aceptar este aspecto de su Sombra y cómo lo había influenciado, estuvo preparado para admitir su contracara: el Verdadero.
Se dio cuenta de que la razón por la que no se materializaban sus sueños era que se estaba castigando por las mentiras que regían su vida. Había llegado a una encrucijada y su Ser no lo dejaría continuar: o admitía su sombra y activaba su luz o perdía todo. Observo que este nivel de compromiso extremo es cada vez más común en muchas personas. Después de años de rechazar u ocultar sus aspectos oscuros, acumulando fracasos, enfermedades, pérdidas, sensaciones de vacío y frustración, llega el tiempo de aceptar y reparar, de abrir otras instancias más profundas y plenas, de pasar del Ego al Ser… sí o sí…
Habiendo huido tanto de este crucial momento, parece que será terrible, insoportable y terminal. Así se siente en principio, pero es nada más que la acumulación de tensiones y expectativas temidas desde la infancia. Se trata más bien de contener y sanar a ese Niño, con cariño y confianza, hasta que podamos hacernos cargo adultamente de la situación, abriendo la puerta al Ser para que tome la guía de nuestra vida.
¿A quién le mentimos? Creemos que a los demás. Comprendí a mi paciente porque me vi reflejada en mis propios engaños de años. Insegura y sin rumbo, deseando otra realidad, mentí incontrolablemente para sobrevivir. Cuando me di cuenta del daño enorme que había ocasionado a otros y, sobre todo, a mí, tuve que tomar la decisión fundamental de ser Íntegra, de sacar esos aspectos que me hacían única y original, esas cualidades que me pertenecían por derecho, esos potenciales que traía para celebrar mi vida y dar a los demás. No había necesidad de mentir: la verdad era más fuerte que cualquier miedo o duda. Confiar en mí misma era la consecuencia natural de aceptarme tal como era, sin trampas: oscura y luminosa, vulnerable y poderosa.
Gustavo Cordera, en su canción “Estoy real” dice:
No sé si está bien, no sé si está mal, estoy real.
Como todo artista, expone bellamente algo que es necesario hacer cuando llegamos al momento de la verdad: abandonar el sufrimiento y la victimización (lo que tanto queremos, esa adicción sustituta de la creatividad y el poder). Es lo único que tenemos que perder, lo único que tenemos que liberar para ganar corazón, para encontrar el alma. No se trata de que esté bien o esté mal: es lo real. En medio de los artificios de la sociedad, la verdad se presenta simple, definitiva, potente y, aunque no lo parezca, incondicionalmente amorosa.
4 comentarios:
Muchísimas gracias por esta entrada precisamente en este momento, una sincronicidad más...Hace dos días, sentada en silencio al sol, una pregunta me asaltó de repente: "¿cuándo fuiste REALMENTE honesta con tus sentimientos?" Llegó a mí como un bombazo, tiene plenísimo sentido para mí. Gracias :-)
Todos nuestras emociones son reales y son las expresiones de nuestros Niños Internos. El tema es que no sanamos algunas y no disfrutamos de otras, de forma de ser verdaderos con quienes deseamos ser.
Muchas gracias! Un enorme beso.
Tambièn para mi!!! Comenzando a "Ser Realmente"... Despuès de un proceso en el que perdì todo para Ser Verdadero...
Gracias Laura, muchas gracias! Bendiciones.
Greta.
Si ya perdiste todo, sólo te queda disfrutar lo nuevo que tu Ser tiene para ti ahora. Bendiciones.
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