lunes, 8 de diciembre de 2008

Saer o el fluir de la conciencia

"La luz matinal entra en la pieza como con un estridor ligero. Y llegan, vagos, incomprensibles por momentos, apagados, intermitentes, desde la playa, los gritos de los bañistas. El Gato abre los ojos: la fronda del árbol que intercepta la ventana está acribillada de luz solar. Y en medio de las hojas, en los intervalos que se abren a veces entre rama y rama, hay también, aparte de las manchas amarillas que se proyectan en las hojas y las ramas, un resplandor blanquecino, impreciso, del que se diría que es un último estado de la luz, diseminándose en medio de la más grande incandescencia, antes de desintegrarse por completo".

Este párrafo es de "Nadie nada nunca". He descubierto a Juan José Saer y estoy fascinada. Además de un gran novelista, me maravilla su descripción del fluir de la conciencia. Se diría que es absoluta y poéticamente zen. Especifica con una riqueza conmovedora los mínimos detalles de la conciencia: temperaturas, texturas, sensaciones, colores, imágenes continuas o discontinuas, focos y fondos, identidades en huida frente a la impermanencia de todo. ¿Ya comenté que lo adoro? Gracias, Saer.

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