Hace unos días, volví a ver “El ladrón de orquídeas” (Adaptation), una
película de Spike Lee, sobre guión (medio autobiográfico) de un genio raro como
Charlie Kaufman. Me encantó una escena, en
la que unos gemelos bien distintos entre sí (Charlie y Donald) charlan sobre el
amor y las experiencias de cada uno. El
más cerrado, Charlie, le recuerda a Donald un enamoramiento que tuvo en la
pubertad y le confiesa que había presenciado el momento en que, después de que Donald
le declarara a la chica su amor, ella se había quedado con una amiga riéndose
de él implacablemente. Nunca se lo contó
y se había quedado devastado por la situación.
Donald le dice que hace tiempo que había aprendido a que no le importara
lo que los otros dijeran o sintieran por él.
Él estaba radiante y feliz por el amor que sentía y lo que
la chica hiciera no opacaba eso. Le
dice: “Eres lo que amas, no lo que te ama
a ti”.
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