lunes, 19 de marzo de 2012

¿Ver para creer o creer para ver?


A través de los siglos, la magia de este mundo material ha ido desapareciendo.  Los primitivos temían los truenos y relámpagos como manifestaciones iracundas de los dioses.  Aún cuando muchos no comprendan cómo se producen, ahora todos los vemos como fenómenos naturales.  Al igual que con la electricidad o la computación, sabemos que tienen una explicación (que no necesitamos conocer para utilizarlas).  A medida que las ciencias avanzaron y fundamentaron el funcionamiento de las cosas, hemos naturalizado la realidad que observamos.

El mundo religioso era omnipresente y referencial.  Todo venía de Dios y volvía a Él.  Lo que ocurría era Su Voluntad.  La vida y lo que contenía eran un Misterio.  La Humanidad en su conjunto estábamos hermanados bajo la tutela del mismo Padre.  Influenciados por las ciencias y una conciencia de individualidad cada vez mayores, terminamos creyendo nada más que en lo que nuestros ojos nos muestran: ver para creer.

En esta ceguera, pensamos que lo que nos rodea es objetivo e inalterable: no tenemos nada que ver con ello.  Somos víctimas de las circunstancias y del “destino” y, si queremos sobreponernos, tendremos que luchar y esforzarnos hasta lo indecible para salir de  ellos y obtener lo que deseamos.  Estamos solos frente a un mundo cruel y utilitario.  El estrés físico y las enfermedades psicosomáticas y mentales son las consecuencias de este paradigma.

Occidente ha liderado este modelo.  Oriente puede destruirlo con una sola palabra: Maya (ilusión).   Ellos siempre han sostenido que este mundo no existe por sí mismo sino que es una ilusión mantenida por nuestras mentes colectivas.  Paradójicamente, los científicos están llegando a una conclusión parecida.  Sin embargo, nosotros, en la base de la pirámide, continuamos viviendo cotidianamente con el determinismo que nos venden desde el vértice del poder: somos más dóciles y manejables así.

Poco a poco, estamos despertando: ¿será tan así?, ¿hay algo más que este vacío existencial?, ¿los sueños de un mundo mejor son posibles?  Definitivamente, sí.  Una Nueva Energía está emergiendo y estamos siendo “recableados” para bajarla a este mundo de tercera dimensión.  Estamos comenzando a comprender que TODO es una metáfora espiritual, oportunidades de aprender y evolucionar.

Nuestros padres y familiares, el lugar de nacimiento, el status social, los dones y desafíos, han sido elegidos por nosotros mismos; son un diseño sagrado para permitirnos aprender a ser creadores responsables.  Así, recibimos (cada vez más rápidamente) las consecuencias de lo que hemos creado, lo que nos da la posibilidad de rectificar y tomar nuevas decisiones basadas en las experiencias.  Nuestro cuerpo, tan sutil y tan pesado al mismo tiempo, nos alerta con su sensibilidad sobre lo que sirve y no sirve, lo que se siente expansivo e inclusivo y lo que se siente contraído y perjudicial. 

Al entrar a esta dimensión (al nacer), el Velo nos hace olvidar lo que nos hemos propuesto para esta vida en particular; subsiste en nuestro inconciente, haciéndonos gravitar hacia determinados lugares y personas.  Las dificultades y sufrimientos que comenzamos a experimentar, sumados a una cultura que no cree en estas premisas, logran que tarde o temprano nos perdamos en la frustración y el vacío, en la lucha y las carencias.  En lugar de denigrar o rechazar este diseño sagrado, es fundamental comprenderlo porque es a través de él que conoceremos nuestra misión y la plenitud de ser nosotros mismos.


La Nueva Energía nos trae nuevamente a esa sensación que persiste en el fondo de nuestros genes y de nuestros corazones: somos almas encarnadas, somos seres espirituales atravesando un proceso particular en un planeta especial, somos vibraciones atrayendo vibraciones similares, somos Uno.

El paradigma se dio vuelta: ahora, debemos creer para ver.  Primero, necesitamos observar lo que es, luego aceptarlo (no luchar), después preguntarnos cómo y para qué lo hemos originado y, finalmente, transformarlo internamente hacia una nueva actitud, que fundará otra realidad.  En la medida que creamos (de creer) firme y constantemente en ella, podremos crearla… y entonces la veremos en el afuera.

El proceso se revierte, es de adentro para afuera, como siempre lo fue.  La magia retorna, todo es posible.  El trabajo es interno.  Las materializaciones son su consecuencia.  Y aún así, nada existe.  Sólo somos Uno conociéndose y creando infinitamente.   El Misterio sigue aquí…   

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