lunes, 27 de junio de 2011

¿Haces tu pequeña tarea de amor hoy?

Cuando somos desafiados por enfermedades mortales, despidos laborales, fallecimientos cercanos, bancarrotas o cualquier situación que amenace directamente la forma de vida a la que estamos acostumbrados, al instante se disparan los miedos a los cambios que se producirán. En profundidad, los resortes internos de nuestras concepciones básicas se ven retados: ¿qué significan la vida y la muerte?, ¿por qué y para qué vivimos?, ¿qué es lo verdaderamente importante?, ¿qué elegir?, ¿cómo afrontar esta situación?, ¿qué transformaciones encarar?

Mientras cualquiera de estas posibilidades son todavía eso (posibilidades) y no se han concretado, creemos poder desconocerlas o negarlas o rechazarlas. Una persona sabe que, si sigue fumando como lo hace, podría tener cáncer. Prefiere pensar que no le “tocará” y continúa. Cuando éste se declara, corre de un tratamiento a otro, se ocupa de su enfermedad, reúne múltiples recursos para salvarse. ¿Por qué no lo hizo antes, cuando tenía más chances? Más aún, ¿se ocupa de sus aspectos emocionales, psicológicos, espirituales o solamente de su salud física?

Es interesante observar cuánto necesitamos llegar al fondo para reaccionar. Movilizamos una enorme cantidad de energía para recuperarnos, cuando hubiera sido mejor desplegar un poco cada día para no llegar a esa circunstancia. Lo triste es que, a veces, ya es tarde cuando llega el último aviso. Hemos recibido numerosas advertencias antes de ésa, pero hemos preferido ignorarlas en la ilusión de que nada pasará (¡se juntan muchas cosas debajo de la alfombra!). No es cuestión de sentirnos culpables al respecto. Como comenté en un anterior Boletín, es el aprendizaje Negativo. Entonces, aprendamos utilizando el Positivo ahora: amor, alegría, evolución elegida libremente.

Los expertos en tanatología dicen que la mayoría de la gente no quiere morir pero no son muchos los que quieren vivir de verdad. Es una diferencia fundamental. En la primera, habla el miedo; en la segunda, el amor. Estar aterrado y hacer cualquier cosa no es un buen consejo. El sistema inmunológico está conectado a las emociones y, si llegamos a enfermedades graves, es porque antes de ellas ya nuestras células estaban impactadas por temores, iras, dudas, fracasos y estrés. ¿Cómo puede servir movilizar aún más estas emociones?

La crisis se presenta como una oportunidad de superar estos traumas, de reconocer qué nos estaba dañando y transformarlo en optimizaciones del potencial interior. Alguien atravesando un problema penoso puede querer evitarlo sosteniendo que cómo va a hacerlo justo ahora, que está todo tan mal. Esa persona eligió (conciente o inconcientemente) llegar a ese extremo. Lo único que le resta es aprender a hacerlo utilizando toda su energía.

Lo más difícil de lograr es vivir en el presente. Sobre todo, cuando lo normal es una existencia llena de pre-ocupaciones, de inventarse “planes B”, de “y si pasa esto o aquello”, de futurología barata. La tortura permanente de una mente repleta de basura repetitiva, que salta de un pensamiento al otro; de una sensibilidad exacerbada que no se sabe poner límites. La frustración de no ser quien se quiere ser, de no estar con quien se quiere estar, de no hacer lo que se quiere hacer. El deber, la idealización, el perfeccionismo, la exigencia como actitudes diarias. ¿Y pensamos que no habrá consecuencias de todo esto?

Ir a meditación, a gimnasia, a yoga, comer sano, ser vegetariano, leer libros de autoayuda, concurrir a talleres, no ver televisión, ser positivo, hablar sobre la ley de atracción, hacer afirmaciones… son los flamantes Mandamientos que debemos intentar para zafar. ¿Son el remedio final? En el fondo, son más de lo mismo. Nuevas imposiciones, nuevos deberes, volver a sentirnos culpables de lo que no hacemos, de lo que no nos sale, de lo que no hace efecto a la larga.


Es el juego del Ego: nada es suficiente. Es el juego de la Dualidad: rebotar de un extremo al otro. La solución está Arriba. En la Unidad, en el Alma. En aprender a vivir en el presente, a hacer tu pequeña tarea de amor ya, en este instante de multiplicidad esencial, de cuerpo, mente y alma integrados. En apreciar la maravilla de una encarnación ilusoria y, a la vez, portadora de Maestría, la paradoja primigenia. En confiar en que ya eres y estás preparado para lo que se manifiesta. En saber que lo que sea que necesites vendrá a tu encuentro cuando sea el momento. En la total aceptación de SER, de Ser Uno con Todo lo que Es.

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