Hace tiempo que no cocino para unos cuantos. Creí que había perdido la mano, pero no es así. Me gustó pensar los menúes, comprar los ingredientes, elaborar los platos, disfrutar el placer de comerlos y de recibir los elogios de los otros y hasta de lavar los platos!
Qué interesante actividad que es cocinar. Puede ser algo aburrido, pesado, monótono, obligado y también algo divertido, variado, placentero, mágico: la alquimia de convertir algo en otra cosa, que es alimenticio, nutritivo y sabroso. Algo como lo que puede ser la vida...
lunes, 13 de abril de 2009
Mmmmmmmmmm
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Laura Foletto
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domingo, 12 de abril de 2009
Elogia de la Sombra
En un entorno luminoso como es Mar de las Pampas, leo de Andrés Ibáñez al ver un cuadro de Jesús: “la sombra de Cristo: no sólo la prueba de su humanidad, sino la condición que la luz ha de adoptar en este mundo. Ha de atravesar el mundo: ha de inscribirse en la carne, ha de prolongarse y adentrarse y adentrarse en la sombra. El Espíritu de Dios, dicen los Evangelios, obumbravit María, es decir “cubrió a María con su sombra”. Y de esta sombra nació Cristo”.
Borges escribió:
“Nos duele sostener esa luz tirante y distinta,
Que es una alucinación que impone el espacio
El unánime miedo de la sombra
Y que cesa de golpe
Cuando recordamos su falsía
Cómo se desbarata un sueño
Cuando el soñador advierte que duerme”.
Leonardo Da Vinci postuló que “ninguna materia puede ser inteligible sin sombra y luz. Sombra y luz nacen de la luz.”.
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Laura Foletto
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viernes, 10 de abril de 2009
Divino
Miro un dispersor de jardín, llenando de gotitas diminutas tornasoladas el aire. El césped brilla en un verde claro y suntuoso. El sol calienta la brisa. El silencio se apodera de la tarde. Algunos duermen (yo hasta hace un momento). Un libro reposa sobre la mesa. Las sombras juguetean en la pared. Una calma límpida tiene peso específico en mi interior. Mar de las Pampas está haciendo su efecto. La Tierra me cuida y me sostiene. Yo disfruto.
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Laura Foletto
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lunes, 6 de abril de 2009
¿Y si la memoria te está jugando una mala pasada?
Un paciente nuevo, cada vez que le pregunto acerca de una actitud o le cuestiono una idea, indefectiblemente me responde con frases tipo: “mi padre me decía / cuando tenía ocho años / mi mamá a los tres me hizo…”. Tiene una memoria impresionante y todo lo refiere al pasado.
Ha hecho psicoanálisis antes unas cuantas veces y esto ha exagerado su tendencia a atribuir a su pasado el poder de lo que le sucede en el presente y a escarbar constantemente en él para continuar… en el pasado.
Es cierto que podemos rastrear el origen de lo que nos sucede en nuestra infancia y adolescencia (y, más aún, en vidas pasadas), pero la permanente memoria de ello no nos ayuda en nada. Es, por un lado, una carga difícil de soportar y, por otro, una excusa para seguir haciendo lo mismo.
Fue muy ilustrativo de esto dos situaciones que aparecieron en la misma sesión. Contó que se puso a hacer algo que evitaba y comenzó entonces una especie de ataque de ansiedad que se inició con un enorme peso que sentía en sus hombros. Esa “mochila” era consecuencia de una conducta que había tomado a partir de ciertas degradaciones de su padre hacia él (“incapaz, inútil, poco inteligente”) y que él seguía manteniendo en su mente como verdades de su dios mayor. Esto es un padre para un niño. Pero… él ahora tiene 57 años y sigue actuando como un niño…
Otra se dio cuando mencionó que se había enojado con el administrador del edificio porque “justificaba” su mal proceder con explicaciones del pasado… lo que él estaba haciendo. Justificar es uno de los peores hábitos que podemos tener hacia nosotros mismos. Nos defendemos, nos disculpamos, nos excusamos, nos salvamos con explicaciones para no responsabilizarnos. Lo aprendemos rápidamente de los padres y se torna en la cantinela habitual frente a cualquier cosa: “lo que pasa es que mis padres (o cualquier sujeto vivo o muerto) / que nunca pude / que cuando tenía cinco años / que soy inconstante (o cualquier actitud) / que… (¿cuáles son las tuyas?).
Hay una tendencia notoria a poner en la memoria lo malo y lo bueno de los acontecimientos. Se dice que “los pueblos que olvidan su historia están condenados a repetirla”. No estoy de acuerdo con esto. Una pequeña reflexión: cuando te sientas en tu automóvil, ¿tienes que recordar cómo se conduce o ya es parte de ti y simplemente lo haces? A un nivel más profundo: si has pasado por un hecho fundamental y has aprendido de ello, ¿necesitas acordarte cada día o ya sabes que no tienes que volver a tropezar con la misma piedra?
Y si te caes con la misma piedra, ¿es a causa de que tienes mala memoria o de que no has aprendido la lección? Creo firmemente que es por esto último. La razón por la que, como individuos o como humanidad, seguimos repitiendo los mismos errores es porque todavía no hemos aprendido e incorporado nuevas actitudes y vivencia. Una vez que algo es comprendido profundamente y se lleva al cuerpo, a la carne, no hay necesidad de rememorar nada más. El propósito de la memoria ha sido cumplido y el recuerdo es desechado o pierde su carga emocional.
Los genocidios recurrentes en nuestra historia no se deben a que nos olvidamos de ellos sino a que, como humanidad, seguimos creyendo en el conflicto y en la violencia como solución al mismo. Míralo en tu vida cotidiana: ya sabes que determinada acción traerá determinada consecuencia, pero la sigues repitiendo. ¿Comprendes porqué la haces? ¿Le echas culpas a tu infancia o a tu actual situación? ¿Crees que eres incapaz de afrontarla o de solucionarla? ¿Te resignas? ¿Hablas y te quejas pero no haces nada concreto y efectivo? Cuando ya no das más, ¿te peleas o agredes a los “culpables” o a cualquiera que esté a mano? Si ves a alguien en un predicamento parecido, ¿lo criticas, te enojas, lo humillas, lo aleccionas, se lo solucionas? Proyectas…
¿Cuál es el origen de esto? Según mi parecer, está en un malentendido común: venimos como una hoja en blanco y “los demás” nos “ponen” los datos del sistema; así no tenemos más remedio que jugar con las cartas que nos “tocan” y “luchar” como el resto para recoger las migajas de la vida o manipular vilmente para “hacerla” a lo grande.
No creo nada de estas patrañas. Son pobres victimizaciones de gente sin poder, usadas por gente con poder para mantenerlos así. Justificaciones de una cadena de tontos (y, en ese sentido, lo somos todos).
¡Despierta! Tú has elegido tus luces y sombras junto con la vida que tienes. Son el material sagrado para crear una existencia de intensa belleza, amor, paz, poder, abundancia y creatividad. ¡Comprende! Aprende, perdona, olvida y permanece en el presente. ¡Vive!
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Laura Foletto
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sábado, 4 de abril de 2009
Mmmmm...
Para mí cumple, fui a un restaurante francés por Palermo Soho. Me encanta comer… así de simple. De todo. Desde chica, mi padre decía aquello de “mejor vestirla que darle de comer”. Almorzaba con mi madre y mi hermano al mediodía y, cuando papá llegaba, me paraba al lado para ver si me daba algo o iba al vecino que también trabajaba en el Ferrocarril y le hacía lo mismo. Como eran austriacos, me volvía loca con sus strudels de manzana o esas tortas de chocolate exquisitas. Me dejaba comer las sobras de las cacerolas… ¡qué bueno!... me sigue gustando hacerlo.
Mamá cocinaba riquísimo toda clase de comidas, tanto argentinas como italianas (eran famosos sus fideos y ravioles). Además, era de inventar con lo que había, cosa que yo tomé de ella. A veces, nos acordamos con papá de las cosas que hacía y nos relamemos, sobre todo a la hora de tomar mate a la tarde.
Cuando comencé a trabajar, empezó mi recorrida por los restaurantes, saboreando distintas cocinas (sobre todo étnicas) y buenos vinos. Es una de las cosas que más me gusta hacer. Me fascina no sólo comer y beber, sino la atmósfera que se produce en un buen lugar con las personas. No tiene que ser un sitio lujoso; disfruto tanto el mejor de los restaurantes como comer choripán en la costanera. Lo que me interesa es que haya buena comida y buena compañía. También, me gusta ir a desayunar o merendar sola en un lindo café con diarios disponibles. Bah! Me encanta comer… ¿ya lo dije?
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Laura Foletto
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jueves, 2 de abril de 2009
¡ME CUMPLO FELIZ! Que lo veamos juntos...
Gustavo (un ex-paciente que ahora vive en Holanda) escuchó esta canción y se acordó de mí.
Hoy, en mi cumpleaños, me acuerdo de ti y deseo que lo veamos juntos.
Gracias por compartir conmigo el anhelo y la vivencia de un mundo mejor.
Con todo mi amor. Laura
LO VERÁS
Chambao
Si me escuchas te voy a cantar, cantar
Lo que aprendí sin tener que estudiar, ni na, ni na,
Que cada uno tiene que recorrer un caminoMágico y divino
Que no hace falta el poder del gobierno terrenal, ni na.
Que quien usa la mentira, en la mentira vivirá,
Y que quien traiciona, traicionao se sentirá,
El racista en sus carnes, el racismo sentirá,
Que quien no perdona, poco le perdonarán.
Hay quien dice que aquí, que aquí no hay ná de ná
Que no existe un Dios,
Respeto esta opinión, pero
Esta fuerza mágica que tó lo mueve
Roba nuestra atención, on, on, on.
Algún día lo verás, tú lo verás,
Algún día lo verás, y te van´entrá ganas de llorar.
Que quien no engaña, no le engañan,
Que quien no miente, no le mienten,
Y el que perdona, le perdonan,
El que respeta, le respetan,
El que comprende, le comprenden,
Y a quien escucha, se le escucha,
Y a quien pide se le da, si sabe lo que pide y cómo llamar.
Algún día lo verás, tú lo verás,
Algún día lo verás, y te van´entrá ganas de llorar.
Aunque la fe no se ve, si quieres una prueba física
Y visible de que existe un Dios, yo te digo a ti
Que la fe sólo se ve con los ojos del amor, love, love, love.
Algún día lo verás, tú lo verás.
Si quieres escucharla, linkea http://www.urcloud.com/oir.php?id=49d25478af0f5
Aprieta la flechita debajo del título de la canción.
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Laura Foletto
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Un demócrata
Murió Alfonsín. A medida que la gente lo recordaba, me vinieron momentos relacionados con él. Cuando la dictadura, yo me afilié al partido radical como una forma de ayudar al regreso de la democracia. Fui a una marcha, en su columna, a Plaza de Mayo, que terminó en corridas, gases, golpeados y un muerto. Más tarde, fui al acto de cierre de su campaña que reunió un millón de personas. Cuando se hicieron las elecciones, yo estaba haciendo terapia y tenía una gran inquietud, que no podía relacionar con mi vida personal. Entonces, me di cuenta de que se trataba del enorme cambio que se estaba por producir: ahora teníamos la libertad y la responsabilidad de nuestra vida. El día de su asunción, lloré sin parar frente al televisor. Como todos, tuvo sus errores y sus aciertos, pero es uno de los pocos políticos argentinos que puedo recordar con afecto y admiración. Gracias.
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Laura Foletto
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