Me acosté en el suelo, bajo un enorme y hermoso eucalipto a ver el cielo celeste de la forma que más amo: a través de las ramas de un árbol. Un mar verde de hierba ondulaba con el viento. Las ramas se mecían y las hojitas asemejaban olas. Agua en tierra firme.
Mi cuerpo se entregó al Planeta y yo a la Vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario